En un rincón de Lima, la embajada de México se ha convertido en el epicentro de una historia cargada de tensión y vigilancia. Betssy Chávez, ex primera ministra peruana, mantiene refugio bajo el techo diplomático mientras la policía local refuerza su custodia, con la mirada fija en cada movimiento y la preocupación latente por un posible intento de fuga.
La vigilancia que no cesa en Navidad
Desde hace semanas, el perímetro alrededor de la sede mexicana se ha triplicado en presencia policial. Las luces de patrullas y agentes armados se entrelazan con el bullicio habitual del barrio, pero esta vez con una carga diferente: el temor a que Chávez trate de abandonar el país sin permiso. La cercanía de la temporada navideña aumenta la urgencia y el cuidado en esta vigilancia, pues se teme que los momentos festivos puedan ser aprovechados para evadir controles.
Una condena que marca el destino de Chávez
La raíz de esta situación se remonta al fallido intento de autogolpe de Estado durante la presidencia de Pedro Castillo. La justicia peruana sentenció a Betssy Chávez a más de 11 años de prisión por su implicación en aquel episodio, un veredicto que llevó a la ex primera ministra a buscar asilo en la embajada mexicana. Desde entonces, las autoridades han reaccionado con máximo despliegue para evitar que su paso fuera de la sede diplomática se convierta en una complicación mayor para la relación bilateral.
Custodia, diplomacia y política en tensión
Aquí, en medio de esos muros, Chávez se encuentra bajo la protección de México, pero sin perder de vista que las fuerzas peruanas mantienen una estricta vigilancia. La situación añade una sombra de incertidumbre sobre la cooperación entre ambos países, puesto que cada acción y declaración resuena en un escenario político sensible. La solicitud del salvoconducto para su salida aún no ha sido aprobada, y el reloj avanza mientras la espera se vuelve tensa, con toda la atención puesta en qué decidirá el gobierno peruano en los próximos días.
Un presente en suspenso
Por ahora, la embajada continúa siendo el refugio seguro pero también el centro de una espera tensa. El destino de Betssy Chávez parece atado a la respuesta del Estado, a una decisión que marcará no solo su futuro, sino el rumbo de una delicada relación diplomática en una región donde cada gesto es observado y cada paso es crucial.
